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jueves, 20 de noviembre de 2014

 Rutina
Como cada día la anciana sale de la tienda de libros antiguos que regenta y camina hacia la iglesia cercana. Se sienta en el último banco y reza sus oraciones. Mientras baja las escaleras hacia la calle, una sonrisa se dibuja en su cara surcada de arrugas: llega el momento más feliz del día. Con paso resuelto, recorre el camino hasta el bar de la esquina. Abre la puerta y se dirige a la silla de la esquina de la barra que ocupa desde hace años. Se sube con soltura y saluda con un gesto mudo al camarero. Él, como cada día, le sirve una Coca-cola con un solo hielo y una rodaja de limón, y un platito de patatas que ella devora con avidez entre sorbo y sorbo. Al terminar, deja unas monedas sobre la barra y sale del establecimiento satisfecha. Solo espera que llegue pronto el día siguiente, se dirige pues hacia su casa subiendo las escaleras de su viejo piso en el que lleva ya 35 años, donde ha visto crecer a sus hijos, esa casa tan llena de recuerdos y en la que ya solo esta ella; bueno ella y sus dos canarios uno amarillo como el limón y otro blanco como la nieve que le hacen compañía y la alegran con su canto .

todos sus días son iguales pero ella es feliz con su rutina diaria,con su coca-cola en el bar de siempre, con su viejo edificio desde hace 35 años, con sus jilgueros de colores y con sus recuerdos.

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